Me siento estafada. Así de
tajante comenzó a hablar mi paciente. Fue una cena agradable, tomamos un buen
vino, tenía una conversación amena, una sonrisa tierna. Lo conocía hacía tiempo
y tenemos amigos comunes. Es un hombre interesante. Yo tomaba nota, lo observaba,
su rostro mostraba frustración pero no
rabia ni indignación, quizás desconcierto. Continúo su alegato. La velada se
fue prolongando y empezaron esos silencios incómodos que surgen con los
conocidos de poco tiempo. Ya no cabían las palabras, entonces porque no
continuar en su casa. Por supuesto, a estas alturas el tono de la conversación
lo había dejado claro, y no soy mujer de tonteo. En su casa fue todo educación,
abrió una botella de vino, puso música y me besó. Yo tenía que intuir en ese
beso algo, fue un beso rápido, brusco pero “me apoderó”. No sabía lo que me
esperaba. Ahí empezó a llorar y a reír a la vez. Yo seguía tomando nota con
cara de póker (ya lo decía mi profesor: jamás, jamás muestre emoción,
sentimiento con su rostro, cara de póker). Cogió un kleenex y se limpió las
lágrimas. En definitiva, me contó su primera experiencia con el BDSM.
El BDSM son unas siglas que
describe prácticas de sexualidad no convencional, y que da nombre a lo que hoy
en día es considerado como una subcultura específica. El término BDSM aparece
por primera vez en abril de 1991, como la yuxtaposición de dos abreviaturas
contrapuestas, BD( Bondage y Dominanción) y SM (sadomasoquismo). Lo curioso de
estas prácticas es que están basadas en el respeto mutuo y posee un lenguaje
propio y unos códigos de seguridad basados en palabras claves. Todas las
actividades marcadas en el BDSM tienen un elemento en común: los participantes
construyen, de forma voluntaria y partiendo de una situación de consenso,
relaciones con un marcado traspaso de poderes en donde una parte ejerce el rol
de dominante o activo y otra parte de sumiso o pasivo. Generalmente el
dominante es el que inflige dolor, azota y humilla al sumiso pero un dominante
también le puede exigir al sumiso que le pise, golpee o haga lo que él le pida.
Hay personas que siempre tienen roles fijos de dominantes o sumiso pero algunos intercambian roles entre ellos.
Los que lo defienden explican que no sólo se trata de infligir dolor sino que
tiene un significado mucho más profundo de lo que puede parecer. Y recalcan que
tiene que darse factores tales como consenso, seguridad, confianza. ¿Quién lo
práctica? Contrariamente a lo que mucha gente cree, el BDSM es practicado por
gente de toda índole, sin importar su orientación sexual, clase social o
económica o en qué región del mundo viven.
No soy de juzgar y tampoco lo voy
hacer ahora, cada uno que disponga de la manera que quiera su forma de explorar
el placer, pero al respecto sólo les puedo comentar que soy incapaz de sentir
placer con el dolor…MIENTO…Me vuelve loca sentir el pinchazo de la aguja al
tatuarme, notar la respiración de “mi tatuador” detrás de mí (ayuda que es
guapísimo) y cómo pasa el algodón frio para limpiarme…
Lo dicho, en el placer tu pones
los limites. ¡Ah! Mi paciente volvió a quedar con él pero esta vez llevaba ella
el vino y la música. Con - Sex
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