lunes, 14 de abril de 2014

El sexo no es tan importante…A VECES…

Que duro empezar una sexóloga un post con este titular. Déjenme unas líneas y lo  entenderán. Todo parte de dos experiencias que he tenido estás semanas, en donde mi libido se ha ido de paseo a causa de varios rechazos (llevo una racha de conjuro de bruja mala :) )
Mi primera experiencia orgásmica sin sexo  fue provocada por la risa. Hacía meses, qué digo meses…años, que no me reía a carcajadas como anoche. Es difícil sacar una risa profunda, de esas que te encorvas y te salen las lágrimas. Ya sé lo que están pensando: Risa =Orgasmo. Así de sencillo. Anoche disfruté más que si hubiese tenido un buen revolcón.
Nada hacía presagiar que la velada terminase con esa historia de amor. Íbamos de salida de chicas. Al entrar, miré el panorama y sobre la marcha llegué a la conclusión: aquí no hay nada que rascar. Bueno, pues a ponernos al día, pensé. Y surgió, así de repente, con la excusa de llegar a la barra. Lo supe al momento: es él. Esa persona que lleva la gracia en su ADN. Y no hablo del chiste fácil o payasada, me refiero del ingenio de la palabra suelta, de la rapidez de una mente inteligente, del enganche de situaciones que te ves cómplice. ¡Qué placer! No nos separamos en toda la noche. Mientras iban pasando las horas me iba sintiendo más ligera. La risa libera tensiones y angustias. ¡Cuánta falta me hacía! Todavía estoy resacada de él. No creo que haya otro encuentro. Tampoco lo pienso. La gente tiene la extraña manía de estirar las cosas.
Mi segunda experiencia fue más bien una revelación: el descubrir que el total abandono del cuerpo puede curar la mente (siempre me han machacado la teoría inversa).Pero me estoy liando. Paso a la acción: mi segundo chico. Este si es el hombre de mi vida….Dicen por ahí, que algunas vidas están ligadas en el tiempo y conectadas por el destino. Yo sólo sé que lo adoro, que nos teníamos que encontrar. Nunca pensé que unas manos me fueran a hacer tanto bien. Soy otra después de pasar por él. Su técnica es exquisita, su tacto me libera del dolor. Hablo de mi fisioterapeuta. Ha conseguido que mi cubierta corporal vaya tomando forma. Me alivia del dolor de mi alma. Es mi terapeuta. No hablamos. No necesita de la palabra. Es mi cuerpo el enfermo. Y así, cada martes me pongo en sus manos, y poco a poco estoy volviendo a la vida.

Y colorín colorado esta historia aún no ha terminado, porque la sexóloga aquí presente, seguirá escribiendo sobre las maneras de sentir, experimentar, percibir la existencia sin X, o con X, según nos depare el camino. Con-Sex.

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